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'Cañoncito' PUSKAS, el húngaro mágico.

06/06/2014
Máximo goleador en la historia del fútbol con 512 tantos en 528 partidos. Hablamos de Ferenc Puskas, un futbolista único. Líder de los 'Magiares Mágicos', su leyenda se hizo eterna en el Real Madrid, donde llegó con 31 años y 18 kilos de más y acabó con tres Copas de Europa y cinco Ligas. Repasamos la carrera de gran 'Pancho Puskas'.

FICHA:

  • Ferenc Puskas Biro (Budapest, 2 de abril de 1927-17 de noviembre de 2006)

Internacional con Hungría en 85 partidos

Internacional con España en 4 partidos

EQUIPOS:

  • Kispest AC/ Honved (Hungría), Real Madrid (España)

PALMARÉS:

  • Liga Hungara 1950
  • Liga Hungara 1952
  • Medalla de Oro Olimpiada de 1952
  • Liga Hungara 1954
  • Liga Hungara 1955
  • Copa de Europa 1959
  • Copa de Europa 1960
  • Copa Intercontinental 1960
  • Liga Española 1961
  • Copa del Generalísimo 1962
  • Liga Española 1962
  • Liga Española 1963
  • Liga Española 1964
  • Liga Española 1965
  • Copa de Europa de 1966

La enfermedad del olvido acabó borrando todos sus recuerdos. Ferenc Puskas falleció el 17 de noviembre de 2006 con alzheimer, problemas respiratorios y hemodinámicos. Puskas vivió su momento más feliz en 1981, cuando pudo regresar a Hungría, su casa. En una imagen inolvidable, varios de sus compañeros de selección le recibieron entre lágrimas en el aeropuerto de Budapest. Hasta entonces, Puskas vivió ?exiliado? en España, escuchando desde lejos las voces que le señalaban como ?traidor a la patria?. Su adiós fue un funeral de estado, con todo el país entero volcado para rendirle homenaje. Su nombre perdura hoy en día en el sitio donde Puskas se encontraba más feliz: el estadio nacional de Budapest. En la actualidad, la leyenda de Puskas en Hungría se entiende sólo desde el fútbol y sus goles, y no desde una política que escondió y golpeó duramente su historia.

Purczeld

Puskas no nació como tal, sino como Ferenc Purczeld. Sus padres decidieron cambiarse el apellido con la entrada de los alemanes a Hungría. Eligieron Puskas, ?escopeta? en húngaro, toda una premonición para el pequeño de la casa. Aunque no fue la única vez que tuvo que cambiar de nombre. Para poder librarse de los límites de la edad y entrar en el Kispest, equipo entrenado por su padre, Puskas cambió su nombre por el Miklos Kovacs. Ya con doce años firmó su primer contrato con el club.

La historia de Puskas también se escribe alrededor de los cambios políticos en Hungría. En 1949 el Kispest fue tomado por el Ministerio de Defensa, pasando a ser el equipo del Ejército y cambiando su nombre por el de Budapest Honved. A todos los jugadores se le dio filas militares, entre ellos a Puskas, quien pasó a ser conocido como ?Comandante Galopantes?, un apelativo que hacía referencia a su velocidad. Una cualidad que entrenó en las calles de Budapest cuando apenas levantaba un palmo del suelo. ?De chico iba corriendo al colegio. Cuando veía un tranvía, empezaba a correr para medir la distancia que podía recorrer antes de que el tranvía me sobrepasara?, explicó en alguna ocasión el magiar. El poder militar convirtió al Honved en el gran equipo del país, que ?afilió? a otros grandes jugadores: Zoltán Czibor y Sándor Kocsis. El dominio en Hungría fue total, con cinco títulos de Ligas. Todos ellos con Puskas como gran estrella, un futbolista con una capacidad goleadora nunca vista hasta entonces: 374 goles en 358 partidos (1,8 tantos por partidos).

3-6 ante Inglaterra

Los ?Magiares Mágicos? también extendieron su dominio al mundo, conquistando las Olimpiadas de 1952. Pero el gran momento de la selección húngara llegó un año después, en el mítico Wembley. Inglaterra, orgullosa de ser los inventores del fútbol, accedieron a jugar ante los magiares. Los comentaristas ingleses se mofaron antes del encuentro de ?ese capitán gordito?. Era imposible imaginar que detrás de ese jugador achaparrado y robusto se escondiera el futbolista del que tantas leyendas corrían. Los ingleses salieron con un once de gala, formado por sus mejores jugadores: Merrick; Ramsey (marcó en el m. 57); Eckersley; Wright; Johnston;  Dickinson; Matthews; Taylor; Mortensen (marcó en el m. 38); Sewell (marcó en el m. 13) y Robb. Al otro lado había futbolistas de nombres impronunciables, desconocidos para el público inglés: Grosics (Gellér le sustituyó en el m. 78); Buzanszky, Lorant, Lantos, Boszik (marcó en el minuto 50), Zakarias, Budai, Kocsis, Hidegkuti (marcó en el m.1, el m. 20 y el m. 53), Puskas (marcó en el m. 24 y 27) y Czibor. Dos horas después, Hungría se había convertido en la mejor selección del mundo tras su sonrojarte 3-6 en Wembley. Puskas protagonizó la gran escena del partido, Un gol ante el que se rindió todo Wembley. Recibió el balón cerca del área. A su encuentro, lleno de prisas, acudió Billy Wright, quien fue sorteado por Puskas con un suave toque con la pierna izquierda. ?Me sentí como el bombero que llega tarde al incendio equivocado?, afirmó después el jugador inglés. ?Si puedes eliminar a un defensor con una sola palabra, ¿para qué le vas a contar una historia entera??, respondió Puskas.

La final ante Alemania

Inglaterra pidió la revancha un año después en Budapest, esperando resarcirse de la paliza magiar en su propia casa. Pero el viaje a Hungría fue mucho peor. Liderados otra vez por Puskas, los ?Magiares Mágicos? barrieron a los ?pross? por 7-1. Podían haber sido 12 o 13, si no hubiésemos jugado sólo para divertirnos?, aclaraba Puskás muchos años después. Inglaterra volvió destrozada, frustrados ante un equipo que afrontó el Mundial de 1954 como máximo favorito. Hungría era una apisonadora que pasaba por encima de cualquiera rival: en la primera fase de Suiza 1954 ganó 9-0 a Corea del Sur y 8-3 a Alemania Federal. Sandor Kocsis (marcó 11 goles en el Mundial de 1954) era el auténtico killer de una selección que también barrió a Brasil en los octavos de final (4-2) y a Uruguay en semifinales (4-2). El rival en la final fue Alemania, un equipo al que ya habían destrozado en la primera fase. Pero ese encuentro dejó consecuencias para el futuro. Los defensas germanos incidieron una y otra vez sobre Puskas, dejando sus tobillos tocados para el resto del campeonato. A pesar de jugar mermado, Puskas marcó el primer gol de la final. Czibor hizo el 2-0 antes del minuto diez. En el estadio de Berna todo el mundo se preparaba para una nueva exhibición de ?Los Magiares Mágicos?, pero el guion del partido cambió bruscamente. Morlock y Rhan igualaron el encuentro antes del minuto veinte para sorpresa de todos. El milagro alemán se hizo realidad en el minuto 84, con otro tanto de Rhan.

?Todavía hay gente que me pregunta cómo fue posible que resignáramos el título a manos de Alemania, después de haberlos vencido por 8-3 en la primera fase y tras estar en ventaja 2-0 en el partido culminante. Me parece que nos mató la confianza, ese invencible pero fatal halo de gloria que nos evaneció después de tantos elogios. Nos sacaron la creación y nos ganaron con lo único que tenían sobre nosotros: la fuerza. Rahn hizo el gol del triunfo y determinó una derrota que asombró al mundo. Pero les puedo asegurar que los primeros asombrados fuimos nosotros mismos?, recordaba Puskas varios años después en ?Los maravillosos mundiales de fútbol? de El Gráfico.

Tras esa derrota nada volvería a ser igual. Hasta entonces ídolos nacionales, los futbolistas húngaros fueron tratados como villanos en su país. La gente quemó sus fotos, los periódicos volcaron todas sus iras sobre ellos. Una agitación que reflejaba los movimientos internos del país, que se inclinaban hacia una Revolución. La vida de Puskas cambió para siempre meses después, tras un viajar a Bilbao para jugar un partido de la Copa de Europa. Ya nunca más regresaría a su país. Casi en pleno partido estalló la Revolución Húngara. Los jugadores, temerosos de las consecuencias, pidieron jugar el partido de desempate ante el Ahtletic en el Estadio Heysel de Bruselas. Tras caer eliminados, los futbolistas del Honved tomaron una decisión: no volverían a casa. Los meses siguientes los pasaron por España, Portugal, Italia y Brasil en una gira recaudatoria.

Ya no volvió a su país

Consolidada la revolución en el poder, el nuevo Gobierno pro-soviético pidió la vuelta del Honved al país. Regresaron algunos futbolistas, pero no Puskas, quien fue tachado desde entonces como traidor a la patria. Una decisión que le costó el castigo de la UEFA: no pudo jugar en ningún equipo durante dos años. Viviendo en Italia, el magiar intentó hacerse un hueco en algún equipo del país, pero fue rechazado por la edad, 31 años, y su físico, lastrado por 18 kilos de más. Sin oportunidades en el calcio, el Manchester United intentó hacerse con sus servicios, aunque esta vez acabó ganando la legislación inglesa, que obligaba a que un jugador hablase inglés para fichar por un club del país.

Su carrera parecía que se terminaba, sin equipo y casi olvidado. Pero todo cambió con una llamada del Real Madrid, el gran dominador de Europa en esos tiempos. Emil Ostreicher, su antiguo entrenador, convenció a Santiago Bernabéu, presidente del club blanco, para que fichara a un futbolista pasado de kilos, pero con una zurda inugualable. La reunión en Madrid entre ambos protagonistas fue surrealista, como contaría el propio Puskas años después: ?Sólo estábamos los dos, yo no hablaba español y él no hablaba húngaro. Conseguí explicarle que portaba 18 kilos de más en la barriga. Él sólo me miró, me dio 5.000 dólares y me dijo: ?Ese es tu problema?.

La prensa cargó duramente contra Santiago Bernabéu por un futbolista con hechuras de exjugador. Lo que se presuponía como un fracaso, acabó siendo una decisión histórica: Puskas jugó en el Real Madrid hasta los 38 años, conquistando tres Copas de Europa y cinco Ligas, entre otros títulos. ?Pancho Puskas?, como fue rebautizado por sus compañeros de vestuario, también tuvo tiempo para convertirse en uno de los máximos goleadores en la historia del club: 242 goles en 262 encuentros. Entre tanto, Puskas también solicitó la nacionalidad española, que le acabó siendo aceptada en 1961. Ocho años después de la derrota en Berna con los ?Magiares Mágicos?, Puskas volvió a aparecer en el Mundial, esta vez con la camiseta de la selección española. Un campeonato en el que no pudo pasar de la primera fase.

Premio Puskas

Su último partido con el Real Madrid fue en junio de 1966. Fue despedido con todos los honores, a la altura del fútbol que había mostrado en el club blanco. Apenas meses después de su retirada, Puskas comenzó una larga carrera en los banquillos, aunque escasa en cuanto a títulos: sólo ganó la Liga en Grecia y Australia. Viajó a Cánada, Chile, Grecia, Paraguay, Australia? Su mayor logro fue llevar al Panathinaikos a la final de la Copa de Europa de 1971 en Wembley, su estadio. A pesar de los esfuerzos, los griegos sucumbieron ante un Ajax lleno de melenudos, donde destacaba un jugador por encima de todos: Johan Cruyff. Sin éxito en los negocios, Puskas pudo fijar su residencia en Hungría en 1992, ya con el comunismo derrotado. Allí apuró sus últimos sorbos de fútbol, trabajando para el fútbol base de la selección húngara. La FIFA también se ha encargado de mantener viva su memoria a través del Premio Puskas al mejor gol del año. Un reconocimiento al máximo goleador en la historia del fútbol. Para siempre quedarán sus 512 goles en 528 partidos.

Texto: Héctor García

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