Aunque hoy día sean perspectivas denostadas de entrenamiento (hoy los mesociclos de acumulación contienen muchas más cargas integrales de juego para trabajar la condición física), personalmente sigo recurriendo a ellas cuando quiero introducir contenidos físicos globales o dirigidos en mis programaciones actualmente. Así mismo, hoy ya no trabajo fuerza máxima como contenido transversal de la pretemporada.

Lo he sustituido por más volumen de fuerza rápida y ritmo de juego a través de tareas lácticas o mixtas. Se trataba aquél de un equipo “veterano”, cuya media de edad rondaba los 30 años. Debía adecuar el entrenamiento a sus necesidades y cultura deportiva (preguntar cómo se sentían entrenados, y cómo habían entrenado antes, ahora me doy cuenta de que era fundamental, y fue parte de los aciertos de aquél entonces).

La exigencia competitiva, así como el nivel de los entrenamientos (alta exigencia táctica), hacía que las cargas físicas fuesen mui controladas. Nuestro entrenador improvisaba sobre un guión básico semanal, basándose en las sensaciones de los jugadores, así como en su percepción subjetiva, llevándoles al máximo de su esfuerzo individual (los “exprimía”). Debíamos compatibilizar todo esto, día a día. En este artículo muestro el resultado de toda aquella sinergia. Por ende, los contenidos de prevención tenían que estar necesariamente presentes, especialmente aquellos medios de descarga física activa (estiramiento, aeróbico suave,etc), que realizábamos incluso después de partido (5’ de trote-carrera suave obligatorios antes de estirar).