Editorial de la Edición  132

- Oscar Cano / Entrenador Nacional de Fútbol Nivel III

Los tiempos del talento

Amanecíamos, un frio día de este mes, con la portada de un prestigioso medio señalando que había un plan para uno de esos jugadores jóvenes, casi imberbes, que emergerán, a pesar de los pesares, para transmitir cosas novedosas al mundo del balompié.

Un gran amigo mío, me enviaba un mensaje preguntando mi opinión sobre lo allí descrito.
Casi sin pensar, le contesté que para mí, tal jugador era el plan.
Lo que quise manifestar es que cuando aparece un futbolista de esa dimensión, más que trazarle un camino, hay que casi exigirle que él sea el que marque el trayecto.
El mejor programa no es otro que el de dejarle jugar, proponerle hacer todo cuanto sabe hacer.
Existe la dudosa convicción de que las cosas necesitan tiempo, pero ese tiempo del que se habla rara vez es tiempo de práctica significativa.

¿Tiempo para qué?

Cuando irrumpe alguien distinto, alguien con capacidades espléndidas y liberales, debemos aprovecharlo para forjar nuevas realidades, para innovar con lo único que permite tales novedades: las aptitudes de los que saben jugar bien.
Los espacios de entrenamiento, en la búsqueda de eso que llaman comprensión del juego, están plagados de uniformidad.
Todos comprenden el juego de la manera en la que el entrenador lo entiende.
Sin embargo, las buenas escuelas deben facilitar que el jugador se comprenda a sí mismo, mire a su interior para exteriorizar las más profundas formas de relacionarse con sus compañeros.
Ahí está el juego, su diversidad, su verdad, entre los que lo juegan.
Pero es imposible que lo jueguen porque les pedimos desde bien pequeñitos que jueguen nuestro juego, que cumplan con nuestro método, que hagan lo que nosotros decimos que es lo correcto.
Le marcamos los tiempos al talento porque nuestro talante es mediocre, lleno de miedos, poco educado en dejarse sorprender, en admirar lo ajeno.

Dejen jugar al que sabe e, irremediablemente, les enseñarán a saber■