Oscar Cano

Editorial de la Edición  106

- Oscar Cano / Entrenador Nacional Nivel III R.F.E.F

El penalti de ¿La discordia?

Leo Messi y Neymar se dicen algo al oído antes de decidir quien será el lanzador del penalti que puede suponer el gol de la tranquilidad ante un R. C. Celta de Vigo que demostró unas excelentes maneras sobre el césped del Nou Camp.

Finalmente es el argentino el que decide ser el lanzador.

Al acercarse a la pelota, con el portero celeste decidiendo hacia qué lado vencerse, se detiene y la empuja levemente para un hambriento Suárez que acaba introduciéndola en el marco adversario.

Los amantes de este juego, con independencia de colores o razones políticas, rápidamente pensamos en Johan Cruyff, en el homenaje que suponía este hecho creativo, o en lo bello que es que existan aún futbolistas que se sostienen entre regates imposibles, decisiones atrevidas y pases inverosímiles.

Los otros, los que sufren cuando el espectáculo se incrementa o sencillamente su sensibilidad les tiene impedida esa capacidad para asombrarse, comenzaban a mancillar a la excelencia.

Eduardo Berizzo, actual entrenador de los vigueses, así como varios de los futbolistas a los que alinea, no mostraron desaprobación alguna a la forma en la que los geniales jugadores azulgrana decidieron anotar.

Sin embargo, esa parte casposa que pretende condicionar las opiniones ajenas rápidamente estableció las coordenadas para situar esa pequeña obra de arte a la altura de la falta de respeto más insana y dañina.

Seguimos sin entender que este deporte sin esas ideas de quienes mejor lo entienden sería una simple concatenación de esfuerzos repetidos, un acúmulo de decisiones similares entre sí, en definitiva, un deporte sin la espontaneidad de quienes lo hacen ser amado por millones de personas.

Dejemos de mirar la camiseta que portan los jugadores, disfrutemos de cuanto hacen, enfoquemos nuestra atención sobre esa parte estética que conlleva la exhibición de lo que realizan.

Fomentemos esa alegría y quizás así veamos signos de talento por todos los estadios, y no únicamente en aquellos en los que la cultura futbolística se construyó mimando a estos pequeños diablos