Las lesiones ligamentosas, en especial los esguinces, son una de las más frecuentes en la articulación del tobillo de los deportistas. Entre el 10 y el 30% de los casos, según las series, desarrollan una inestabilidad funcional en base a un déficit del control neuromuscular y propiocepción. Esta circunstancia favorece la recurrencia de la lesión, pudiendo desembocar, a la larga, en una inestabilidad mecánica de la articulación (Vigo Morancho et al., 2009).
La propiocepción es la capacidad del cuerpo de captar el movimiento y posición de las articulaciones. Hay unos receptores nerviosos en músculos y articulaciones que captan las tensiones y los estiramientos de estas estructuras, mandan la información al Sistema Nervioso Central (médula y cerebro) y corrigen posiciones de una forma refleja. Los propioceptores trabajan dependiendo de su grado de entrenamiento, por lo que también entran en las adaptaciones mediante el entrenamiento (Mínguez Miñambres, 2008)