El Fútbol Sala se caracteriza por la imprevisibilidad de las relaciones de la cooperación y la oposición entre los jugadores, en un contexto determinado (por ejemplo, el juego oficial de una liga en particular) para alcanzar un objetivo específico (por ejemplo, marcar un gol). Esta relación entre los jugadores y los equipos permite la aparición de constantes cambios en las condiciones de juego. Esto significa que los comportamientos colectivos e individuales no pueden ser pre-programados a priori pero resultan de la constante exploración de posibilidades de acción por los jugadores y por el equipo (Araújo, Davids, y Hristovski, 2006). En esta perspectiva son conductas esenciales para el diálogo con el fin de desarrollar la dinámica entre los jugadores de un mismo equipo, bajo el marco de la oposición del adversario. Por lo tanto, se trata de un equilibrio fundamental entre el cumplimiento de los principios del juego (Ofensivos y defensivos) que rigen el comportamiento colectivo del equipo, y la capacidad individual para explorar las posibilidades de acción (Garganta, 2009).